FUENTES GRECO-LATINAS EN ASTRONOMÍA

Daniel Marín Arcones



    Resulta imprescindible recurrir a las fuentes clásicas si queremos realizar un análisis mínimamente serio de la historia de las constelaciones. Un estudio somero nos revelará que la mayor parte de los mitos de las constelaciones actuales se pueden remontar a cuatro obras principalmente:

 

Las obras de Higino y Manilio fueron tremendamente populares en el Imperio Romano y nos han llegado en su totalidad. Ambos autores se inspiraron claramente en Arato y Eratóstenes en lo referente a los mitos de las constelaciones. Tanto o más importantes fueron las obras de Hiparco y Ptolomeo, que aunque tenían por objetivo la descripción de los movimientos de los astros y catalogar las estrellas visibles, ayudaron a difundir las constelaciones clásicas.

 


LOS FENÓMENOS DE ARATO

    Las constelaciones clásicas aparecen descritas detalladamente por primera vez en la cultura occidental en la obra Fenómenos (Φαινόμενα) de Arato de Soloi (también Solos: ciudad de Cilicia, en la costa sur de Anatolia). Arato, o Aratos en griego, vivió desde el  310 a.C. hasta el 240 a.C., aproximadamente. Estudió en Atenas bajo la tutela de Zenón de Citieus, el fundador de la escuela estoica. Fue un profundo conocedor de la obra de Hesiodo y Homero, y escribió una versión de la Ilíada y otra de la Odisea. Al parecer fue en la corte del rey macedonio Antígono II Gonatas (276-239 a.C.) donde compuso esta obra por encargo del monarca entre los años 274-276 a.C.. Se trata de un poema astronómico con 1154 hexámetros en la versión latina de Germánico. Los Fenómenos es una obra muy descriptiva, donde aparte de citar las constelaciones, Arato describe diversos fenómenos metereológicos y las divisiones de la esfera celeste. Se supone que Arato se basó (quizás simplemente copió)  en obras anteriores similares, en concreto en el Espejo (Kátoptron) de Eudoxo de Cnidos (ciudad de Caria, también en la costa meridional de Anatolia), escrita alrededor del 370 a.C.. Lamentablemente, la obra de Eudoxo no ha llegado directamente hasta nosotros, con lo cual es imposible saber qué partes de Fenómenos son debidas a Arato, y cuáles a Eudoxo (u a otros autores anteriores). Por las críticas que Arato recibió de otros autores clásicos (Hiparco) que conocían la obra de Eudoxo se infiere que la mayor parte de su obra era original. De todas formas, desde un punto de vista práctico, y aunque sea un poco injusto para la figura de Eudoxo, debemos considerar a los Fenómenos como la primera obra clásica que describe las constelaciones occidentales.

Copia de los Fenómenos del siglo XI

    Sin embargo, un análisis detenido de esta obra nos revela que Arato no describió varias constelaciones que eran visibles en su época, como es el caso de la estrella Canopus, la segunda más brillante del cielo, pero sí que incluyó estrellas y constelaciones que eran difíciles de ver desde su latitud. Esta discrepancia puede explicarse si tenemos en cuenta el fenómeno de la precesión de los equinoccios, el movimiento de peonza del eje terrestre, y suponemos que las constelaciones de Arato fueron descritas con anterioridad. Para precisar la fecha y el lugar, se han hecho varios estudios, el más famoso de los cuales es el de Michael Ovenden (ver). Estudiando la forma de las constelaciones descritas por Arato, podemos ver que existe un "hueco" alrededor del polo sur celeste donde, como es obvio, no hay constelaciones descritas, ya que estas regiones del firmamento no eran visibles desde Grecia. Sin embargo, la forma de este hueco no coincide exactamente con el polo sur celeste visible para los griegos hace 2000 años. Basándose en esta asimetría, Ovenden, así como otros autores de principios del siglo XX, como A. Roy (1909) o A. Crommelin (1923), propuso en 1966 un origen para las constelaciones de Arato en torno al año 2600 a.C., con un error de unos 800 años, y una latitud de 36º. Estudios más recientes (Schaefer, 2003) proponen como fecha para las constelaciones de Arato el año 1100 a.C., a la misma latitud. Naturalmente, un estudio de estas características no es tan simple, ya que las constelaciones de los Fenómenos pueden haberse creado en distintos periodos de tiempo y en distintos lugares. De todas formas, y aunque en la actualidad se siga debatiendo la fecha exacta de creación de estas constelaciones, está claro que la obra apunta a un origen anterior.

 

Los Fenómenos fue una de las obras más populares de la antigüedad, traducidos al latín por diversos autores, entre los que destaca Germánico (sobrino del emperador Tiberio), Varrón (autor también de Disciplinarum libri, donde aborda temas astronómicos), Avieno, Cicerón, el emperador Gordiano I o el poeta Ovidio, el cual diría  “Arato siempre vivirá con el Sol y con la Luna” (Amores I: 15,16). Otro autor influido por Arato fue Gémino (siglo I a.C.), del que se desconoce si era griego o romano, que escribió Introducción a los Fenómenos. Esta tremenda popularidad en la época clásica y medieval contrasta con lo poco conocida que es su figura en la actualidad, quizás porque tanto astrónomos como astrólogos prefieren remitirse a las obras de Eratóstenes, Hiparco o Ptolomeo, carentes de esas divergencias con las constelaciones actuales que contiene la obra de Arato. Precisamente, es esta popularidad y el enorme número de versiones de esta obra, muchas de diferente procedencia, lo que nos permite estar seguros de la autenticidad de esta obra.

 


LOS CATASTERISMOS DE ERATÓSTENES

La siguiente figura histórica a tener en cuenta es Eratóstenes de Cirene (276-195 a.C., aprox.), quien fue el segundo director de la famosa Biblioteca de Alejandría, y de él se puede decir que fue un verdadero genio. Su obra más famosa es Geografía (Γεογραφικά), en la cual describe el primer método conocido para calcular la circunferencia de la Tierra midiendo las sombras proyectadas por palos situados en Alejandría y Siena (Asuán), obteniendo un valor sólo equivocado  en un quince por ciento con respecto al actual. En esta obra se introducirá por primera vez la técnica de usar determinados paralelos y meridianos para situarse en el mapa. Además, según Suetonio, fue el primer φιλόλογος. Otra obra famosa es su Cronología (Χρονογραφίαι) en la que relata la historia desde la caída de Troya hasta Alejandro Magno, intentando no tener en cuenta los mitos históricos tradicionales.

   

   Sin embargo, la obra que a nosotros más nos interesa es Catasterismos (Καταστερισμοί), es decir “transformación en estrellas”. Esta obra se convertirá en referencia obligada para todos los astrónomos posteriores, hasta la actualidad. En Catasterismos, Eratóstenes explica los orígenes de las distintas constelaciones y asterismos según la mitología griega, indicando el porqué de esta transformación en estrellas de los diversos héroes y dioses representados en el cielo. Además fija la nomenclatura de las constelaciones, variable hasta ese momento, lo que explica ciertas divergencias con respecto a Arato. Las fuentes en las que se basó Eratóstenes para sus Catasterismos nos son desconocidas (a parte de Arato), aunque sabemos que muchos de los mitos recogidos ya formaban parte del acerbo cultural heleno desde hacía siglos, hay ciertas evidencias de que Eratóstenes creó muchos de estos mitos, en un intento de sistematizar las historias de las constelaciones.

 

    El gran problema que surge con los Catasterismos es que la versión que nos ha llegado procede del año 100 d.C. y aparentemente incluye grandes diferencias con el original, sobre todo en materia de mitología. Por eso, muchos autores prefieren hablar de Pseudo-Eratóstenes, refiriéndose al desconocido compilador de esta obra que vivió cinco siglos más tarde que el verdadero Eratóstenes.

 


HIPARCO

Tras Eratóstenes, destacará Hiparco de Nicea (190-125 a.C., aprox.), quizás el astrónomo más famoso de la antigüedad. Hiparco se dedicó también a la geografía, siendo el creador del sistema de coordenadas de latitud y longitud para describir un punto de la superficie de la Tierra, así como de las zonas climáticas en función de la latitud.  Además introdujo en Occidente la costumbre mesopotámica de dividir la circunferencia en 360º (Eratóstenes la había dividido en sesenta partes), introduciendo así la dimensión de un grado, pues no en vano a Hiparco se le concede el mérito de ser el creador de la trigonometría. Su obra más importante es Explicaciones de los fenómenos de Arato y Eudoxo (των Άράτου και Ευδόξου φαινομένων εξηγήσεις), que incluye un apéndice ilustrativo de la salida y ocaso de todas las constelaciones, entre las que se incluyen algunas nuevas respecto a Eratóstenes,  para una latitud de 36º, así como un catálogo de un millar de estrellas y la descripción de solsticios y equinoccios. Este catálogo, del 129 a.C., no ha llegado hasta nosotros, aunque algunos investigadores (Schaefer, 2005) sugieren que ha sobrevivido en el globo del Atlas de Farnese, un mapa celeste del siglo II d.C.

 Hiparco fue además según la tradición, el descubridor de la precesión de la esfera celeste, hito clave de la ciencia clásica. Parece ser que en este descubrimiento jugó un papel importante el hecho de que algunas de las constelaciones de Arato apenas eran visibles en su época, mientras que sí lo eran otras no descritas por el sabio cilicio.

El Atlas de Franese: ¿el desaparecido catálogo de Hiparco?

 


HIGINO Y MANILIO 

En Roma, un autor importante fue Higino (siglo I a.C.), bibliotecario del emperador Augusto, famoso por su obra de cuatro volúmenes Astronomía, de los cuales el segundo estaba dedicado a las constelaciones. Se trata de una obra basada en Arato y Eratóstenes. Desde el punto de vista mitológico destaca el hecho que Higino no se limita a dar una única versión de los mitos de las constelaciones, sino que muchas veces menciona varias alternativas, lo que quizás también explica que su obra no sea demasiado popular en la actualidad.

 

Un autor latino posterior fue Manilio (siglo I d.C.), quien compuso una serie de poemas astrológicos al emperador Tiberio llamados Astronomicon, en cinco volúmenes.

Copia del Astronomicón del siglo XVII

Estos autores tienen gran importancia para nosotros debido a la popularidad y gran difusión de su obra en el mundo antiguo, que sería clave para definir los mitos asociados a las constelaciones que conocemos actualmente.

 


PTOLOMEO Y EL ALMAGESTO

La última gran figura de la antigüedad clásica fue Claudio Ptolomeo (87-170 d.C. aprox.), que vivió en tiempos del emperador Marco Aurelio. Sería conocido en los siglos posteriores por su obra Geografía, en las que recopilaba el saber de Eratóstenes, Hiparco y Estrabón, entre otros. Introdujo la primera técnica para representar la superficie curva de la Tierra en una superficie plana, así como las subdivisiones del grado, los minutos y segundos (que luego se aplicarían al tiempo cronológico), además de la costumbre de representar los mapas con el norte hacia arriba (costumbre que no sería seguida por los árabes, los mayores difusores de la obra de Ptolomeo en la Edad Media). Su representación del mundo, tras ser olvidada en Occidente durante siglos, inspiraría a los exploradores del Renacimiento, como Colón, convencido de que se podía alcanzar Asia viajando hacia el este, ya que  Ptolomeo había calculado un valor para la circunferencia de la Tierra mucho menor que el asignado por Eratóstenes. Otra obra que le reportó gran fama fue su Tetrabiblos, de carácter astrológico. Su obra principal obra astronómica fue Coordinación Matemática (μαθηματικη σύνταξις), también descrita como μεγίστη σύνταξις , de donde procede el término árabe Al Magisti (castellano Almagesto) por el que es conocida en la actualidad.

Ptolomeo realizó un estudio sistemático del cielo entre marzo del 127 d.C. y febrero del 141 d.C., perfeccionando aún más la obra de Hiparco, compilando un cuerpo de conocimientos impresionante. Es difícil saber hasta qué punto se basó en el catálogo de Hiparco, ya que éste se ha perdido. Además de la descripción de 48 constelaciones, creó un refinado sistema para explicar los complejos movimientos de los planetas, suponiendo la Tierra como centro del universo, gracias al uso de epiciclos, ecuantes y otros artificios teóricos. Desarrolló estos estudios en otras obras como Hipótesis de los planetas (υποθέσεις των πλανωμένων ) y Planisferio (τετράβιβλος), donde se representa la esfera celeste en proyección estereográfica, aplicando los conocimientos desarrollados para su Geografía. Esta visión del cosmos tendría más éxito que sus representaciones de la Tierra, y sería conocida durante toda la Edad Media. Puesto que Europa conoció la obra de Ptolomeo en gran medida a través de traducciones medievales árabes, se explica que prácticamente todas las estrellas visibles en el hemisferio norte tengan nombres en árabe antiguo. El trabajo de Ptolomeo sólo sería superado más de un milenio después con los trabajos teóricos y observacionales de Al-Tusi, Ibn Qurra y Al-Sufi (ver).

 

 


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