Daniel Marín Arcones


 

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odo astrónomo u observador casual del cielo sabe que cada constelación lleva asociada una leyenda correspondiente a la mitología grecolatina. El origen de las constelaciones, así como los mitos asociados a ellas, es un tema mucho más complejo del que pudiera parecer a primera vista. Basta con mirar unos cuantos libros de astronomía para comprobar la multiplicidad de mitos asociados a cada constelación, muchos de ellos incongruentes entre sí. Esto es debido a que, en la mayor parte de obras la mitología e historia de las constelaciones no pasa de ser una mera anécdota introductoria. Como consecuencia, muchos autores se limitan a copiarse unos a otros sin consultar las fuentes clásicas, con lo que se explica en parte el gran número de historias relacionadas con cada constelación. Y digo sólo en parte porque tales divergencias se deben también a las diferentes explicaciones sobre el tema que nos dan las obras de la época que han sobrevivido, así como al complicado origen de muchas constelaciones (y mitos), cuyo origen es en realidad ajeno a la cultura griega.

 

 

 Origen de mitos y constelaciones

 

 

 

 

         

 

 

    En definitiva, podemos definir dos grupos importantes de constelaciones, uno de clara procedencia mesopotámica situado principalmente alrededor de la eclíptica (y otras como el Águila o el Dragón), creado desde los orígenes de la civilización sumeria o antes, abarcando un periodo de tiempo que va quizás del 3000 a.C. al 500 a.C., y el otro formado por el resto de constelaciones clásicas, de las cuales tenemos las primeras referencias directas con Arato (siglo III a.C.), aunque como hemos visto,  existen evidencias claras de que pueden ser más antiguas (siglo V a.C., o quizás 2000 a.C., según Ovenden). De dónde viene este segundo grupo no está claro. Algunos investigadores proponen la civilización minoica (A. Roy), los asirios, los hititas o los fenicios (J. A. Belmonte) como origen posible, poniendo una fecha de creación del 3000 a.C. hasta el 1000 a.C., aunque la fecha exacta es muy difícil de precisar, pues es más que posible que haya sido un proceso continuado en el tiempo, más que uno puntual. Tanto el origen fenicio como el minoico (o quizás compartido) se enfrentan a un problema, y es lo poco, por no decir nada, que sabemos de los conocimientos astronómicos de estos pueblos. Además es posible también que haya varios orígenes para este grupo de constelaciones. El hecho de que este segundo grupo de constelaciones esté formado por asterismos orientados respecto a los polos y el ecuador celeste ha llevado a muchos autores a sugerir que fueron creadas por un pueblo de navegantes.

 

      Por otro lado, algunos investigadores actuales relacionan a los minoicos con otros pueblos preindoeuropeos como los etruscos, iberos y los vascos, que serían los restos de un sustrato de pueblos relacionados lingüísticamente que habitaron todo el Mediterráneo antes del segundo milenio a.C., por lo que quizás ésta sería la cultura creadora de parte de las constelaciones. Huelga decir que estas hipótesis son altamente controvertidas y no están ni mucho menos aceptadas por la comunidad científica. Otros autores sugieren una explicación más sencilla y atribuyen el origen de este segundo grupo a los propios griegos. En este caso, suponen que estas constelaciones fueron creadas en el periodo que va del año 1000 a.C. al 500 a.C. Hay que descartar un origen griego anterior al año 1000 a.C. ya que, como hemos visto, ni Homero ni Hesiodo hacen mención a estas constelaciones.

 

     Posteriormente serían los griegos, u otro pueblo (¿los fenicios?), los que fundirían ambas tradiciones, la mesopotámica y la desconocida, en el periodo 1000-400 a.C. Viajando hacia atrás en el tiempo, parece que las constelaciones más antiguas tendrían su origen en Mesopotamia durante el cuarto milenio a.C., pero surge la pregunta: ¿no es posible remontarse a épocas aún más tempranas?. Naturalmente, al hacer esto nos introducimos en la prehistoria, por lo que la falta de documentos que ello conlleva parece un obstáculo prácticamente insuperable. Pese a todo, numerosos autores han intentado ver vestigios de constelaciones en culturas prehistóricas. A este respecto destaca el gran número de pueblos distribuidos por todo el hemisferio norte que ven en la constelación de la Osa Mayor este animal, por lo que sugieren que su origen se remonta al menos hasta unos 15000 años a.C, cuando los primeros seres humanos cruzaron a América por el estrecho de Bering. Algunos van más lejos y proponen la fecha del 50000 a.C. como origen, coincidiendo con el culto paleolítico al oso de las cavernas. Otra constelación que podría tener un origen prehistórico es Tauro, pues algunos investigadores relacionan las pinturas de las cuevas de Altamira o Lascaux con mapas celestes, en los que destaca la figura de un toro (en realidad un auroch), aunque no se ha podido comprobar esta relación.  Otros autores como Gurshtein sugieren un origen prehistórico (16000 a.C.), no sólo de unas cuantas constelaciones, sino de un gran número de ellas.

 

    Se basa Gurshtein en la aparente distribución de las constelaciones en la bóveda celeste según representen a animales aéreos, terrestres o acuáticos, estando los primeros alrededor del polo celeste (Cisne, Águila,…), y los últimos (Pisces, Acuario,…) cerca del ecuador. Para explicar este hecho propone una distribución según tres estratos (aire, tierra y agua) que dividirían la esfera celeste. Hace 16000 años, debido a la precesión, los signos del zodiaco encajarían bastante bien en esta división. Asimismo, se hace eco de la división parecida, arriba mencionada, del cielo en Mesopotamia (de donde proceden las constelaciones zodiacales, según vimos), donde la región alrededor del polo estaba dedicada a Enlil (dios de la atmósfera, entre otras cosas), la ecuatorial a Anu, y la sureña a Enki (dios de las aguas). Aunque en la zona asignada a Anu no concuerda con la hipótesis de Gurshtein, lo cierto es que ambas divisiones son bastante parecidas.

 

     De todas formas esta hipótesis, y otras semejantes, van muy lejos teniendo en cuenta los escasos datos que tenemos a nuestra disposición, aunque no dejan de ser sugerentes. El gran problema tradicional de la arqueoastronomía ha sido el enorme número de hipótesis sin fundamento formuladas por personas con escaso conocimiento histórico y/o astronómico que han contribuido a desprestigiar esta ciencia. Lo único que podemos afirmar es que, desde el punto de vista científico, NO EXISTEN evidencias rotundas e inequívocas de la existencia alguna constelación actual antes del periodo histórico. De hecho, como hemos comprobado, muchas posibles representaciones mesopotámicas de constelaciones en cilindros sellos o kudurrus son todavía objeto de debate en la actualidad.

 

Las constelaciones clásicas basadas en "Los Fenómenos" de Arato según Johann Buhle (siglo XVIII)

 

 


 

    A continuación se describe una lista con el origen de las constelaciones actuales (los signos de interrogación indican que se trata de hipótesis no confirmadas; los asteriscos indican nombres de estrellas):

 

 

Constelaciones Prehistóricas: NINGUNA prueba concluyente de la existencia de constelaciones, actuales o no, en este periodo.

Pinturas rupestres en Lascaux

 

3000 - 2000 a.C., aprox.: representaciones en cilindros sellos sumerios y acadios. No hay acuerdo sobre si todas estas figuras representan constelaciones.

 

Antes de 2000 a.C.: Epopeya de Gilgamesh.

 

1830-1530 a.C., Periodo Babilónico antiguo: primera mención de estrellas y constelaciones en el texto sagrado "Oración a los dioses de la noche". Aunque no está claro si todas las referencias son astronómicas, el orden coincide con el texto Mul-Apin posterior.

 

1600 - 1160 a.C, aprox.: representaciones en estelas, kudurrus, del Periodo Cassita en Babilonia. Estas representaciones no son concluyentes.

 

Antes de 1200 a.C.: referencias astronómicas de constelaciones y asterismos en astrolabios mesopotámicos del tipo "tres estrellas cada uno". Primera prueba concluyente e inequívoca de constelaciones mesopotámicas.

 

1600-1160 a.C., aprox.: mención de las estrellas de Elam, Acad y Amurru durante el Periodo Cassita en Babilonia.

 

1000 a.C., aprox.: la lista Mul-Apin.

 

900 - 800 a.C., aprox.: primeras menciones de constelaciones griegas en la Ilíada y la Odisea de Homero.

 

800 - 700 a.C., aprox.: menciones asterismos en Trabajos y Días, de Hesiodo

 

300 a.C., aprox.: primera aparición de las constelaciones actuales en los Fenómenos de Arato, con la excepción de Libra, constelación que llama "las Pinzas", relacionándola con Escorpio. Hércules, Cisne y Pegaso aparecen sin mito asociado alguno como "el Arrodillado", "el Ave" y "el Caballo" respectivamente. También se describe una constelación desaparecida, "el Agua", en el lugar donde actualmente está la constelación del Escultor (debajo de Acuario).

 

 

 

 

Ver la lista de constelaciones.

 


BIBLIOGRAFÍA

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